Tú lector, palpitas de vida y de orgullo y de amor como yo, para ti, pues, estos cantos. WALT WHITMAN
Constelados
con frío, con sueño
tu cuerpo y el mío
mi alma y la tuya
personifican lo malo
lo viciosamente bello
que empuja
que mortifica sin cesar
la contraposición y la paradoja.
Señalan estremecidos
la trágica imagen del ser humano
sus claroscuros anímicos
perversos y angélicos
sus sombras de vanidad inconsciente
la selva tenebrosa del miedo
la desolación que a sorbos conmueve
agita y agrieta.
¡Cómo duele la vida!
Fulgurante, contradictorio
a medio hacer, a medio resolver
tironeado entre la angustia
y la esperanza
hasta sus últimas raíces
tu cuerpo y el mío
luchan por lo finito.
La vida nunca es razonable
tampoco este terrible mundo
de homúnculos y aguas viles
de duelos y espantos
que se hunde en la tiniebla
con la justicia lisiada
disfrazada de hipocresía
en su vientre nace la discordia
como hija legítima, manos
que se estrechan ocultando garras
anticipan la oscura maleza del futuro.
(La amenaza del desastre nos acecha
como una ola gigante de barbarie).
El lenguaje con su mirada atenta
traza el perfil de nuestra época
estremece la boca, rompe toda medida
llena el alma de rabia y desasosiego
de penumbras, quejas, voces ácidas
empapadas de tormento deslenguado
es afilado, eruptivo, violento
hecho de temor y temblor
de palabras que hieren como espinas
en arrebatos de odio y amor.
Habla la tierra con el idioma del agua
canta el agua con la lengua del viento
la energía de su voz blanca, silenciosa
resplandece rayo a rayo
y perfuma flor a flor.
¿Alguien los recuerda?
Han sido enterrados.
Duermen con los labios en nuestra muerte
las almas de los difuntos en vida.
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