¡Que no me calle nadie!
Tú lector, palpitas de vida y de orgullo y de amor como yo, para ti, pues, estos cantos. WALT WHITMAN
¡Que no me calle nadie!
Que quiero levantar mis brazos
que quiero gritar en silencio
apaleando la piel con mi redoble
magullando con los palillos mis manos
hasta que brote la sangre de refuelo.
¡Que no me calle nadie!
Que yo conozco al nazareno
erguida estampa del poeta
latiendo su corazón grande
donde se funde con su tambor colgado
cubriéndose con túnica uniforme
para expresar sus quejas
con mil malabarismos de redoble.
¡Que no me calle nadie!
Que yo conozco al nazareno
que aquí, en su batalla noble,
donde no sirve el don de don dinero
ni sirven los bordados ni los colgantes
ni sirven los atalajes nuevos
ni el oro, ni los brillantes
ni la influencia del don de Macaquines
ni mil olivos no sé dónde
ni diez fanegas de tierra por un redoble.
¡Que no me calle nadie!
Que yo conozco al nazareno
y sé que el nazareno, soñando,
cuando se cubre la cara con su velo
siente cortarse la sangre, paso a paso,
y en vilo, manteniéndolo,
tiene que quebrar su toque
para escapar de su sueño.
¡Que no me calle nadie!
¡Que no me calle nadie!
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