Tú lector, palpitas de vida y de orgullo y de amor como yo, para ti, pues, estos cantos. WALT WHITMAN
¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?
FRANCISCO DE QUEVEDO
I
Todos sentimos un instante la tristeza
es un instante de soledad herida
de frío de hielo seco, sediento
de espinas que flagelan las entrañas
hay tinieblas y muerte en ese instante
hay luz y vida en ese instante
hay misterio y belleza en ese instante.
Al recibir pálpito de la vida
no elegimos lo que nos va a doler
ni cuanto nos duele el dolor
ni la forma en que lo sentimos
con las dos manos se toca
rebosante, fosco, inmarcesible
un vacío crece, un hueco crece
desmantelado, solitario, exhausto
sale el llanto, el dolor queda.
II
Un grito de amor nacido en la carne
llena de transparencia la copa de la vida
camina en la infinita noche silenciosa
con su inmensa atmósfera de sueño
vive en la trenza sollozante de la dicha
en el escalofrío borrascoso del celaje
en la sangrante corona de espinas
del hambre esperanzada, de la sed exprimida
pervive en la lejanía, en la costra del tiempo
camina, siente, vive en la vida viva
y nos mece con ráfagas de aire adormecido.
De mar a mar, derramarse, multiplicar la vida
con un esperma torrencial
de dulzura oceánica
abrir los labios a la plenitud virginal del color
a la intimidad de un rosario de besos blancos
al corazón del sol que hace crecer árboles
y nacer pájaros y gemir al viento
y cantar a las olas.
Vivir, observar el misterio del universo irisado
entender el silencioso idioma de las estrellas.
III
¿Quería vivir y he vivido a tientas?
Morir, dejarme enterrar, anestesiado
hundido en el fragmento de una vida
como mineral que duerme sin soñar.
Vagar removiendo cenizas endurecidas
entre calandrajos y reflejos de miriñaques
entre multitudes de espeso silencio
rostros que cruzan y miran sin mirar.
IV
Con sílabas ardientes de cielo
despierta la vida, lenta, firme, vívida
se extiende incontenible, inagotable
cae, se levanta, se anida, se arracima
hasta en la oscuridad de los albañales.
De innumerables corolas anónimas
una desbordante lluvia de estambres
incesante, germinadora, se renueva
entre el pestañeo creador de la luz.
Vestida con un reflejo de primavera
la tierra exhala su gozo conmovida
con su coraza de aire, de agua, de fuego
al alba, al ocaso, con todo su poderío
la flecha viva de la vida corre, vuela
avanza majestuosa
ama, besa, lucha
su pálpito crece, se agita su palpitar
en la inquieta brasa de la sorpresa.
Mi arriate
necesita liberarse del sueño insomne
necesita excarcelarse de su fría reja
necesita romper una terrible cadena
la monótona esclavitud de cada día
necesita desvivirse, vivir la vida viva
con cada latido amanecido, crepuscular
en el aire de cada respiración articulada
ignorando la ambición de tener
(no hay nada que pueda comprar
para vengarme de los años perdidos).
En su desenrejada claridad
ignora la vida el ayer, pábilo gastado
ignora la vida el mañana, aroma mudo
vive en su hoy que sube, florece
vive en su aquí que llega que pasa
vive en su ahora que nace que muere
que ama su gozo y duele su duelo.
V
Vivir la vida viva
en cada aurora diseminada
escuchar su canto de amor y de distancia
el ritmo de las olas que reparten
su nombre de espuma en la arena
tomar una brizna de vida gozosa
del aroma virginal que trae la noche
del alma impetuosa que brilla alegre
y olvida sus lágrimas de sal bajo el sol.
Ser un instante enlazado
de la cambiante risa cantarina del agua
siempre viva, gota a gota, fugitiva
ser un instante no poseído
de la variación sonora del viento
que mece la revolución del trigal
del receptivo silencio del árbol
en la orilla del río enamorado
de la tierra y el barro que guardan
el pálpito de la vida, útero marrón
de interminable eclosión germinal.
VI
A veces hiela el miedo
a veces cuartea la vida
áspera, desalentada, sobrecogida
robada, sometida, pisoteada
como un dolor, como una condena
llena los brazos de la soledad, afligida
gime sentada en sus noches gastadas
y replegada en sí
yace sobre una lágrima
en un silencioso morir.
VII
Vivir la vida viva
oír el pálpito del corazón callado
disperso, derribado, quebrantado
conocer la morada del alma
la alquimia de soledad y silencio
ese lugar donde todo germina.
No podemos poseer la vida
la vida nos posee nos abarca
la vida nos irrita nos corrige
contradice ese laberinto hilado
de convicciones y negaciones y dudas.
Una oportunidad, una clara certeza
un misterio inefable es la vida
todo lo da y todo lo sostiene
nos resulta incómoda, extraña
vivirla es un suspiro, un anhelo
un ay, una experiencia incompleta
un dolor grave, largo, apasionado
un olor que huele y no huele
una mano que toca y no toca
una boca que besa y no besa
que gusta y siente y canta
su canción fresca al llegar el alba.
VIII
Vivir la vida viva, plena
ofrecerle a cada paso a cada día
su propio afán y su propio afecto
su propio color y su propio aroma
su propio gozo y su propia sonrisa.
Sentir el poder de la fragilidad
el alboroto de los pájaros
en una tempestad de trinos
conocer el idioma de la lluvia
el canto del manantial herido
que baja arañando la montaña
compartir la alegría de las nubes
la carcajada del mar
la risa de la brisa
la flor abierta de la solidaridad
sus signos fraternales de miel desnuda
juntando nuestras manos a otras manos
entre sílabas de afecto congregado
como la generosa luz que pace en el rodil.
Llegar al final del camino
en la perlesía cosechada de los años
detenidos los ojos, serena la mirada
con el resplandor invisible del alma
agitada por una estrella temblorosa
sosegada por un sueño de violines
y un canto de violetas tiernas
la vida bebe la caricia de la noche
de mar a mar derramada
en el tiempo sin tiempo
que acaba.
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