Tú lector, palpitas de vida y de orgullo y de amor como yo, para ti, pues, estos cantos. WALT WHITMAN
Para Aemed Sidibe Mamadou
veo salir el sol detrás de las acacias
las manos acarician el filo del cajón del que nace la música
las manos de mi hija
la niña que algún día me hará llorar de orgullo
con sus dedos danzantes desgrana sobre el parche
los primeros compases de un son improvisado
entre los dos palpita el latido que dirige la vida
me llegan confundidos corazón y redoble
el yembé y el abrazo
se ha formado una nube de arena en la distancia
dos labios sonrosados tras los que el sol sonríe
la mujer que mantiene la cordura en la casa
se remueve en la estera donde reina su cuerpo
qué hora es pregunta
es la hora de los sueños que requieren vigilia
cuando el alba devuelve los perfiles al mundo
imagina en las dunas transparencias doradas
de la luz que corona las rocas donde anidan los buitres
adelanta su espíritu al encuentro de los que aún dudamos
si es verdad este milagro
alza entonces su voz enmudecemos
somos apóstoles de un canto que viene de tan lejos
nos traspasa
al son de los timbales crece hasta rasgar el aire
con un llanto de loba dolorida
una rota canción que van meciendo corrientes
que provoca la brisa entre los árboles
se difunde en el viento para que todos sepan
que la vida se gesta detrás de cada mata
al fondo de las pozas debajo de las piedras
sí
la tierra late viva
después de que la noche se haya despedido
por dentro de la piel sentimos cómo estalla
el pulso del que toda la vida está tejida
celebramos el culto a esa efímera luz llamada nuevo día
en nosotros está recibirlo y gozarlo
(Del libro Versos sin culpa)
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