¿Soy boca para tus oídos?

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Tú lector, palpitas de vida y de orgullo y de amor como yo, para ti, pues, estos cantos. WALT WHITMAN

 

¿Soy boca para tus oídos?

¿Necesitas oír con los ojos?

Huyen las palabras, se van

su ausencia es lo que no será

quedan sílabas balbuceantes

estelas invisibles de voces arrasadas

orejas vacías entre la multitud que pasa.

Huyen las palabras, enmudece el alma

nadie habla, nadie escucha

nadie tiembla con los temblores ajenos.

 

¡Cuántos millones de bocas mudas!

 

Desde sus tumbas urbanas

innumerables sombras calladas

bocas humildes, temblores de labios

voces en vigilia que nunca se gastan

todas esperando en la orilla

a que alguien sepa cómo encontrar

esa palabra que indecisa aguarda.

En los labios heridos, humillados

no hay palabras ni aire en los pulmones

ni tierra para los muertos.

 

El andamio del cerebro se derrumba

sobre telarañas de bocas errantes

con la vida que no vivieron

en el camino que no hicieron

o en el camino que no harán.

Perdidas en el roce de los días

una corriente de cabezas hirsutas

camina hacia su enfermedad

espera su carne bajar al sepulcro

saliendo de este mundo

en un aire desgajado de silencio.

 

Huyen las palabras al abismo

callan las sombras con ojos abiertos

en tumbas de esclavos pacientes

miasmas y lenguajes abolidos.

Corazones de piedra bajan

con ríos de libros vacíos

el mundo se llena de estatuas, de siluetas

en balcones asomadas a la locura.

 

Rodeado de frágiles dogmas y desolación

el lenguaje respira una moral miserable:

rebaños de servidumbre con la voz atada

sordos en un mar tormentoso de bocas muertas

ciegos innumerables entre pétalos cautivos

todos nos acechan en el bosque incendiado

todos tiemblan, todos yacen ausentes

cuerpos y sombras habitan en lo que no tienen

y alzan su desnudez en las afueras de la vida.

Huyen las palabras

duermen en el silencio

cada vez más profundo

más tenaz

más triste.

Encerradas en un telón de bruma

voces sin voz descansan entre ceniza

salpicadas de bisutería.

 

En la gramática perdida de nuestro cráneo

o entre lazos de dolor bajo las almohadas

las ganas de vivir se pudren enloquecidas.

Vestida con trajes de cobardía y desprecio

la conciencia es decepción y miedo de ser.

Sobrevivir es la consigna

aunque la vida se borre doblegada

entre palabras desvaídas

aunque la distracción para no pensar

nos entretenga con sus migajas

y abone en silencio las desgracias del idioma.

 

Y nosotros, rostros perdidos, separados

engullidos por la dispersión de la ciudad

¿qué hacemos en este mundo egoísta

que se desvanece en pesadillas sin fin?

Tumbas vacías, urnas sin cenizas

una y otra vez encierran muerte

y silencian la rebelión de la vida.

 

¿Desde qué lugar oculto

la voz callada espera?

¿Quién habla, quién canta

quién ofrece sus santas palabras?

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