Un cielo de azucenas rojas
Tú lector, palpitas de vida y de orgullo y de amor como yo, para ti, pues, estos cantos. WALT WHITMAN
Elegía a la memoria de Agustín M. Abellán
I
LUZ DE AGONÍA Y MUERTE
¡Oh furia! ¡Oh terrible embestida!
estremecedor viento mortal
que golpeó enfurecido tu ventana
flagelándote los pulmones
con látigos de granizo.
Escupió sangre
tu boca estremecida
por la alambrada del cáncer
bajo un terrible sol
sudoroso, sediento
bajo las agujas del frío
y sus corolas de nieve.
Todo era niebla clara de tristeza
arañada por luz de piedra lunar
bajo el otoño que prepara la tierra
vestida con una lluvia de hojas
que desfallecen y se acompañan
en su indomable soledad.
¡Oh estrella flagelada, oh tiempo roto!
todo el silencio mira la sombra
inclinada en la tos de espinas
junto al cielo colérico, junto a la rosa
junto al húmedo musgo en la piedra.
Noches voraces de insomnio
velando horas secas, agrias
sombrías, inacabables, de ayer
y de hoy, minutos que nacen y mueren
en los rastros venenosos del humo.
Con el violento olor a nicotina
flores rojas encendidas estallaban
como balas en tu pecho carcomido
salpicando de lodo tu mirada limpia.
Las altivas cordilleras
destilaban sangre despeñada
teñían su elevada blancura
hundiéndose más en la tierra
buscando su paz entre raíces
mientras el reloj de la vida
y la muerte marcaba tu hora
en la profundidad enlutada.
¡Qué intolerable cruz de agonía
elegir entre luces agonizantes!
Tu conciencia clara
tu espíritu sereno
todo lo soportaba.
Días y noches rojas
en tu garganta azotada
sacudida por noches
y días sangrantes
y más días y más noches
de sangre pulverizada.
Fúnebre redoble
inacabable estertor
de cuchillos en el pecho.
Quise poner mi brazo
sobre tu cuello invisible
escuché fragmentos
de sombra susurrante
respiré un aire cansado
de ceniza ahumada
y cayó el sueño espantoso
de tristeza desesperada
con tus dos manos dormidas
sobre la pureza agrupada.
Todo era soledad, escalofrío
hogar enmudecido que moría
en un mar de sueño sin orillas.
Gastado tu corazón generoso
en el fondo de tu noche enterrada
el concierto de tu vida acaba.
Te fuiste
ungido con ese olor extraño
de los lirios de la muerte
sin huella de pie humano
sin ansia, sin luz de estrella
sin el pálpito de la sangre
con los ojos abiertos y la mirada
de tristeza moribunda.
Con tu tránsito corpóreo y espiritual
alejas tu adiós frío, continúas viaje
en paz, en la cúpula del silencio
en la calma del océano universal
con su secreta hondura de tiempo
sin aire, sin eco, sin final
cayendo en la catarata oscura
que recorre la bóveda del cielo
con su andanza inmortal.
¿Qué ven esos ojos profundos
en el viaje de estrellas ardientes
y de cometas lejanos?
II
EXILIO DE AUSENCIA
Noche de amor en vela
sobre el vaho de tu muerte
con la amargura de su fondo oscuro
bebo la copa de la pena.
Un terror frio, un vacío helado
paraliza la médula de mi alma
como un desgarrador zarpazo
de traidora bestia asesina.
Mi carne es un alarido de dolor
estremecido hasta los tuétanos
un crujir de cuerdas y violines
lóbrega sonata de gemidos
desafinada música sollozante
de suspiros y secretos aullidos.
¡Oh furias yacentes, ocultas!
¿Entenderá el cielo mi grito
mi herida de amor entristecido?
Ay, que el viento y el mar furiosos
oigan mi queja desgarrada
y desaten ahora su tormenta.
He llorado tu muerte por fuera
con pómulos de lágrimas
estrujadas como ropa mojada
manantial que mana su desconsuelo
en la inmensidad llorada
con el espanto en la entraña
con la carne golpeada, herida
de resignado dolor.
He llorado tu muerte por dentro
en la intimidad mojada
con el alma triste, transida
exprimida hasta la extenuación
sin lágrimas en los ojos
secos de aflicción
que expresan su luto
y concentran su duelo en el silencio.
Con este pobre corazón mordido
estremecido por la amargura primera
te he amado con el alma
con el cuerpo entero
como un hermano
como un amigo
como un compañero.
¡Ay, cómo muerde este exilio de ausencia!
Te has ido
en este otoño que expira
como la luz de sangre que declina
en el agonizar del día
sin un rezo
sin un adiós
por el bien que se ha perdido.
Te has ido
en este diciembre frío, de hielo
diseminado entre los duros montes
perdido entre peñascos donde el silencio
es brusca soledad que permanece.
¿Acaso necesitan tu nombre?
El silencio sabe que ningún rayo
resucitará tu corazón ardiente
que ya no florecerán pétalos en tu boca
que tu nombre se confundió con la aurora
que te fuiste con las hojas secas
y el viento, bañándose con sangre noble
transmitió tu marcha por los montes
desgarrándose en los ventisqueros
viajando en la humedad sollozante
de pequeñas nubes pasajeras.
Hasta el sol último de la muerte
conserva íntegra la luz moribunda
surgida de tu blanca vestidura
de tu estremecimiento mortal.
Vientos de pájaros se elevan
en las paredes de barrancos
y plumas de entristecido silencio
dejan horizontes de lejanía.
El llanto mórbido de gotas de rocío
empapa cada verde matorral
cada corteza del melancólico bosque
humedecido en su zozobra.
¿Dónde dejó tu generoso amor
la última mirada
donde dejó el último beso,
el último adiós, el último suspiro?
¿Quién besará tu frente triturada
y dará un postrero abrazo
a tu ancho corazón en la tierra?
¿Quién mantendrá frescas
las raíces sollozantes de tu memoria?
III
LA TIERRA ALUMBRÓ AL HOMBRE
Ya se extinguió tu llama vital
cayó tu árbol pensativo
abierto como una herida
en este luctuoso enero
y no puede el olvido
apartar tu recuerdo
amigo
hermano
compañero.
Cuando la palabra
estaba confiscada
alzaba el vuelo tu voz libre
tan firme, tan digna
con la fortaleza
de su maciza ingravidez
con la transparencia
del cristal de piedra
la frescura del agua clara
tu sencillez y serenidad.
Allí, en las tierras
de montes duros
tu boca olvidaba
los silencios impuestos
y como un río que crece y canta
con chorros de claridad y sensatez
de tu pecho augusto
surgían las palabras
llenas de pedagogía fraternal
de solidaridad en solidaridad.
Una garganta que amanece
con palabras lentas que bajan
como la luz del alba, expandida
en las calles y plazas
en los caminos y montes
en la unidad del agua
transparente de las fuentes.
El poderoso árbol
las extensas raíces
las gruesas ramas
del robusto tronco, vestido
con las innumerables hojas
se hacían pueblo.
Lengua sin púas de odio
sin serviles genuflexiones
sin miedo al que gobierna
con la amenaza del vil garrote.
Y otras voces crecieron en tu voz
sumando alas de vida al combate.
No se asustaban tus pasos
tu voz de cristal encendido
en tu garganta arañada.
Para quitarle angustia a la angustia
tu vocación fraternal de abre caminos
decía lo que es razón y derecho
sin amordazar el alma
con la conciencia a salvo
del que siente lo que piensa
y dice lo que siente.
Mártir de tu destino y tu congoja
lacerado por lo áspero
lo infesto y lo desparejo
(convertido en sordera)
bebiste la sed en la garganta sin agua
en bocas carcomidas de inquina
o de huraña indiferencia.
Respiraste puñaladas de amor herido
en la distancia
atravesado por ojos fríos
duros como clavos
desgarrado por uñas profundas
de odio envenenado.
La estatura de tu corazón
desnudo y golpeado
nunca los consideró enemigos.
Así era la miel de tu alma.
Un olor de cielo femeninamente tibio
caminaba con tu soledad no falsificada
de afecto de hielo y sal
de lluvia fermentada y dulzura rebelde.
Entre sombras de silencio
transitabas por llanuras de piedra y trigo
con pies libres, livianos
de fortaleza inapelable
como tu alma incendiada.
Tu rostro herido, iluminado
por la luz violenta del mundo
con una mirada amplia
directa y penetrante
como un desafío
que no descansa de mirar
entre las raíces de la vida
entre los problemas
con sus rostros humanos
buscabas el iris de la verdad
con manos suaves que reciben dando.
Como un viejo almendro en flor
que nos regala en silencio su belleza
consolabas sin presumir de dar consejo.
A todos escuchabas con tu alegría ilesa
con la comprensión desnuda
de tu alma clara y pura y lúcida
convencido que el destino
más que con garras y dientes
se labra con el arado de la palabra
y se riega con la mano tendida.
Así la tierra alumbró al hombre.
IV
CON LA VERDAD EN LAS MANOS
Ya se apagó tu voz
corazón disperso
de los olvidados, boca
de bocas y labios que levantaba
sus corazones quebrantados
con semillas de resurrección.
Aún resuena en mis oídos
tu palabra aguda, entregada
reconfortante y tranquilizadora
como la voz de la lluvia
enfrentada con el viento
monótona unas veces
desgarradora otras.
De tu ingrávida mano
ya no caen las palabras como
suave lluvia de semillas en arrozal
ya no besa su mensaje el agua
ni bebe su claro don.
Tal vez fue lluvia de un solo día
de una hora tal vez
quizá de un solo instante
lluvia que vestía la frente
y agitaba la raíz del alma
queriendo revelar su torrencial secreto.
Antes de ser tizón sonoro
tu corazón oprimido
fue carbón de silencio
fue brasa y fue llama.
En su continuo flamear
la crepitante llama se agita
chisporrotea ternura y bondad
sencillez y humildad
lucidez y profundidad.
Se vuelve la llama brasa
del dolor de la injusticia
herida por la desigualdad
que rasca, quema la entraña
y se transforma en coraje
de un corazón combatiente
entre el fuego hasta la muerte.
¿Qué queda en el rescoldo
de tus encendidos carbones
de tus altas llamas cantoras
de tu corazón derribado?
La piel de tus uvas
quedó prendida
en la conciencia
el brillo de tus ojos
se juntó a los míos
y sonrieron los racimos
a las llamas de la amistad.
Con la verdad en las manos
con la razón en la sangre
de tu inagotable corazón alado
se aleja tu alma fuera del cuerpo
dulcemente suspendida
en un tiempo que se extingue.
¡Qué inmensa voluntad vital
qué bravo corazón sacrificado
qué poderoso aliento fraternal
qué hombre cabal se ha apagado!
V
CAMINAR JUNTOS EN EL SILENCIO
Ya dejó de latir tu corazón ajado
y no quiero apartar tu recuerdo
en esta noche de pena y vela
en este paño de angustia
que me recorre y ahoga
en este dolor acurrucado
que crece y crece y crece
ardiente como un incendio
abrasándome, aniquilándome
con su terrible sequedad
con su llanto tembloroso.
Cuando la lluvia de tu palabra
ha dejado de galopar el viento
no quiero olvidar tu bondad yacente
tu enorme filantropía, tu madura sabiduría
tu serena cortesía, tu honesta rectitud.
Sin ellas nos hemos quedado
sin tu palabra y sin tu luz.
No quiero olvidar tu corazón de trigo
que convirtió en harina las espigas
para amasar el pan fraternal
que tu boca y tu alma ofrecían.
Con luz de rosas en el pecho
todo lo pusiste en tu generosa mesa.
Tu recuerdo es cuerpo, es fuego y es calma
no turbarán tus pasos el silencio de la noche
ni volverás con la luna sobre el frío ardiente
pero las manos que enlazaron nuestras almas
su verdad, su vida, no termina con la muerte.
¿Aún existes libertad libertadora, aún…?
Al final de la sucesión de tiempo que llaman vivir
en ese aliento de eternidad que transcurre
quiero volver a nuestros minutos replegados
para caminar juntos escondidos en el silencio.
Cuando caiga la última lágrima del invierno
cuando la primavera abra su primera sonrisa
cuando el cielo se deshaga en azucenas rojas
en su nube calma, detenida donde no hay viento
en el kilómetro tres del horizonte te espero
amigo
hermano
compañero.
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